LECTORES EN EL ARTE POR LUZ RASCADO DEL PRADO
LA TORRE DE BABEL: orgullo y
confusión
En momentos de suma tranquilidad, cuando todo a nuestro alrededor está en
calma y nos sentimos placenteramente desconectados del mundanal ruido, a veces,
la mente divaga libremente, y en
silencio, nuestros pensamientos fluyen y nos sorprenden.
Hace unos días, durante el momentáneo relax que me produce el riego
nocturno de mis gardenias, a mi cabeza se le dio por pensar en la
incomunicación. ¿Cómo es posible que en la era de la tecnología en la que
puedes estar en contacto directo cuando quieras, donde quieras y con quien
quieras, siga estando tan patente nuestra falta de entendimiento?... ¿tanto
pueden nuestro orgullo y la soberbia?.
Inmediatamente recordé el pasaje de la Torre de Babel en el Génesis de la Biblia
y su representación a modo de gran zigurat mesopotámico en el impresionante
óleo sobre madera de roble de Pieter Brueghel El viejo.
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Pieter Brueghel. La Torre de Babel. 1563
Kunsthistorisches, Viena, Austria.
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Untash Napirisha. Choga zanbil. Zigurat. S. XIII a.C. |
Los hombres, orgullosos, hemos querido alcanzar el cielo (llámese a este
bondad, comprensión o entendimiento) desde tiempos inmemoriales, pero nunca lo
hemos logrado. Lo intentaron primero los supervivientes del “Diluvio Universal”
con el fin de hacerse célebres y evitar ser dispersados sobre la superficie de
la tierra iniciando la construcción de la gran torre. Y Dios, que es todo “amor
y bondad” (y un constante castigador, como si del chulo y castizo madrileño de
la canción se tratase) decidió que no se entendiesen entre sí y que no pudiesen
seguir colaborando. Y qué curioso, el propio nombre de la torre Bab-il (“Puerta
de Dios”) probablemente deriva del Hebreo “babal” que significa confundir.
Claro - pienso - por eso Dios hizo confundir
sus lenguas y que los constructores de la antigua Babilonia comenzasen a hablar
diferentes idiomas.
Esta confusión todavía pervive hoy entre nosotros, al igual que lo hace las
imágenes de la edificación mencionada, rescatada del Antiguo Testamento y que forma parte ya del
ideario universal.
Entre tanto pensamiento confuso, se abrió un claro en mi mente, y visualicé
sin equívocos la paradógica instalación
hecha con libros que proyectó en 2011 la artista argentina Marta Minujín, con motivo
de la proclamación de la ciudad de Buenos Aires como Capital mundial del libro
y que formó parte del programa de actividades para el fomento y comprensión de
la lectura presentado por dicha ciudad ante la UNESCO.
Una espiral de 25 metros de altura,
compuesta por más de 30.000 libros
(envueltos en bolsas plásticas y atados por medio de una cinta a un esqueleto metálico) que se instaló
durante varios meses en pleno centro de la ciudad (Plaza de San Martín) y que atrajo a más de 26.000 personas al lugar. Una
verdadera “mansión entre el cielo y la tierra” para todos aquellos que se
consideran incondicionales lectores y amantes de los libros.
Pero lo más destacable de esta iniciativa radica en su proceso de montaje y
desarme. Como los antiguos babilónicos, más de 54 países aunaron esfuerzo y
dedicación, y a través de representantes y delegaciones, donaron miles de
libros para ayudar a que la artista erigiese esta singular torre. Al igual que
lo hicieron los vecinos de los diferentes barrios porteños, que durante todo un
mes aportaron sus ejemplares a
librerías, bibliotecas y diversos centros de gestión y participación para el
evento.
Libros de todos los estilos, temas y en todos los idiomas, que una vez
desarmada la torre, fueron catalogados para formar parte de la primera
biblioteca multilingüe de la ciudad de Buenos Aires: “La Biblioteca de Babel”
que claramente hace referencia al fantástico cuento de J. L. Borges.
No es la primera vez que Minujín, famosa por sus happenings y sus obras de arte efímero, otorga un final
organizado a una de sus obras, aportando el orden necesario desde su concepción
para que su mensaje pueda ser comunicado sin problemas y perfectamente
comprendido por el público que las disfruta. Y tampoco es la primera vez que
utiliza los libros como elementos de transformación del hombre y la cultura. En
1983, y tras el retorno de la democracia en su país instaló una de sus obras
más conocidas en una céntrica avenida de la ciudad de Buenos Aires realizada
con multitud de libros que habían estado prohibidos durante la última dictadura
y conocida como “El Partenon de libros”… pero esta ya es otra historia,
meritoria como no, de un capítulo propio.
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